Timoleón Jiménez, ´Timochenko´ |
Comandante de las FARC renueva su invitación a
Santos para conversar y encontrar el camino de la paz
Por
Dick Emanuelsson
TEGUCIGALPA / 2012-04-18 / Santos juega con
las cartas bajo las mangas, comenta el Comandante del Estado Mayor Central de
las FARC-EP, Timoleón Jiménez, ´Timochenko´, en una carta dirigida al pueblo
colombiano. Rechaza cualquier exigencia de rendición o capitulación de la
guerrilla y propone una agenda pública ante y con el pueblo colombiano como
partícipe, dejando bien claro la verdadera voluntad política que nace cuando
quien ofrece diálogo lo hace de cara al pueblo y no desde detrás de escritorios
lustrados donde se amasan los horrores.
“Por nuestra parte, sentarse a conversar no
apunta a ningún tipo de rendición y entrega. La reincorporación a la vida civil
implica y exige una Colombia distinta. El gran capital inversionista tendrá que
asumir que la realidad puesta de presente por la crisis, requiere un
cambio profundo en su modo de actuar, una nueva manera de relacionarse con los
pueblos. Confiamos en que sea esa la voluntad oficial. Así, sin duda, podremos
entre todos desenterrar la
Paz. Sin más ases bajo la manga, Santos”, dice el máximo
comandante de las FARC-EP.
El jefe guerrillero, que lleva 30 años en las
filas de la organización política-armada y que reemplazó a Alfonso Cano cuando éste
fue muerto en un bombardeo en el mes de noviembre del año pasado, cuestiona la
voluntad de paz del mandatario colombiano. Porque está a la vista que esa
voluntad, desde el Palacio Nariño, es inexistente.
“El día de su posesión, Santos farfulló
acerca de su intención de diálogo con las FARC. Unos días después molía a
bombas el campamento del Comandante Jorge Briceño. Durante más de un año abusó
con su ficción de la llave, lo cual no excluyó el ataque mortal al Camarada
Alfonso Cano, el hombre que tomaba más en serio el asunto y movía al resto del
Secretariado a posibilitar contactos. Santos sabía muy bien eso, lo que no le
impidió llorar emocionado. La doble moral siempre ha sido imputada a nosotros”,
resume el comandante ´Timochencko´.
Timoleón Jiménez, Pablo Catatumbo y Iván Marquez, integrantes del Secretariado del Estado Mayor de la guerrilla de las FARC-EP. |
SUBRAYA EN SU CARTA que uno de los obstáculos serios para la Nueva Colombia es
el Poder Fáctico imperante en esa tierra, los terratenientes, industriales
´caciques´ locales que en alianza y/o directamente como paramilitarismo se
adueñaron de la tierra.
Ejemplos palpables se encuentran
en la región bananera de Urabá donde dueños bananeros, como Raúl
Hasbún, quien se convirtió en jefe paramilitar y con su red de contactos entre
los dueños de la tierra y las fincas bananeras, comenzó a cobrarle a cada una
de los exportadores tres centavos por cada caja de banano exportado. Las
tierras en Urabá y gran parte del territorio colombiano, fueron pasando del
campesinado a los grandes magnates de la oligarquía mafiosa colombiana.
Dice Timochenko:
“Conviene develar qué grandes negocios han
logrado ocultarse tras la guerra en Colombia. (…) Cuando el empresario palmero,
Carlos Murgas, fungió como Ministro de Agricultura de Andrés Pastrana, ese
gobierno decidió implementar un proyecto nacional de expansión de la
agroindustria de la palma. Para ello creó el Banco Agrario e ideó las alianzas
productivas. En la misma Administración se cumplió la incursión de Salvatore
Mancuso (jefe paramilitar máximo de la organización para estatal) y sus hordas
asesinas en el Catatumbo.
“Tras asesinar, amenazar y
desterrar a miles de campesinos y familias, con evidente complicidad policial y
militar, esas bandas criminales pasaron a controlar la propiedad de la tierra
en amplias zonas del Norte de Santander. Sobrevino entonces la subasta al por
mayor de pequeños y medianos predios. Esto ocurría en tiempos del despeje.
Dispuesta por Uribe la desmovilización paramilitar, las empresas palmeras del
señor Murgas se convirtieron en principales adquirentes de esas tierras. Ahora
que Santos habla de restituir tierras a las víctimas, está claro que los
terceros adquirentes de buena fe que adelantan proyectos agroindustriales no
serán afectados de ningún modo. Todos felices con el negocio redondo salpicado
con sangre del pueblo”.
CONCLUYE EL JEFE GUERRILLERO diciendo que “un proceso de paz con las FARC
no puede ser secreto ni a espaldas del país, ha de ser el escenario en el que
el pueblo colombiano pueda volver a denunciar y conseguir por fin justicia por
tanta barbaridad sufrida”.
Padecimiento que viene ejecutándose desde
hace más de cinco décadas contra el pueblo desarmado. Padecimiento del que poco se habla en este mundo donde se prioriza la
globalización económica, la de las guerras por petróleo, la de la mentira. La
globalización de la miseria que está sumergiendo a los pobres para beneficio de
los ricos.
El “as bajo la manga” de Santos, ya fue
descubierto, tocará ahora que comience otro juego. Las FARC, según ´Timochenko´,
están dispuestas a seguirlo.
Sin más ases bajo la manga, Santos
Es
sabido que el talante conservador de Aristófanes, el gran dramaturgo ateniense,
lo llevó a satirizar a Sócrates, cuyas reservas sobre los valores griegos
tradicionales le parecieron peligrosas para el Estado. Pese a ello, gran parte
de su obra es una condena a la guerra, en particular a las llamadas guerras del
Peloponeso libradas largamente entre su ciudad natal y Esparta. Acontecimientos
recientes traen al recuerdo su comedia La Paz y ponen de presente su vigencia.
Trigeo,
nativo de Atmón, viñador honrado, enemigo de pleitos y delaciones, como se
presenta ante Hermes en las puertas del
Olimpo, decide, en ausencia de Zeus y aprovechando que el artífice de las
guerra duerme, ejecutar la audaz hazaña de desenterrar a La Paz, la diosa
perseguida que ha sido confinada en la profundidad de una caverna bajo los más
grandes peñascos, en donde la custodia además Cerbero, el fiero y monstruoso
can de tres cabezas.
Para
conseguirlo se ve obligado a aplacar la furia de Hermes, dispuesto a cumplir la
orden de Zeus de asesinar a quien lo intente. Para ello se apoya en el Coro,
conjunto virtual de voces que representan el sentir de gran parte de los
pobladores de Grecia. El rescate de La Paz resulta una experiencia reveladora acerca
de los verdaderos orígenes de la guerra, los pretextos que se buscan para
hacerla y las ambivalentes posiciones de
muchos de quienes afirman desear la concordia cuando en realidad la odian.
Conviene
develar qué grandes negocios han logrado ocultarse tras la guerra en Colombia.
Para referenciar uno solo de ellos, conviene
leer la reciente crónica de Alfredo Molano titulada Paramilitarismo y
palma en el Catatumbo. Una certeza parece danzar en su trasfondo. Cuando el empresario palmero Carlos Murgas fungió
como Ministro de Agricultura de Andrés Pastrana, ese gobierno decidió
implementar un proyecto nacional de expansión de la agroindustria de la palma.
Para
ello creó el Banco Agrario e ideó las alianzas productivas. En la misma Administración se cumplió la
incursión de Salvatore Mancuso y sus hordas asesinas al Catatumbo. Tras
asesinar, amenazar y desterrar a miles de campesinos y familias, con evidente
complicidad policial y militar, esas bandas criminales pasaron a controlar la
propiedad de la tierra en amplias zonas del Norte de Santander. Sobrevino
entonces la subasta al por mayor de pequeños y medianos predios. Esto ocurría
en tiempos del despeje.
Dispuesta
por Uribe la desmovilización paramilitar, las empresas palmeras del señor
Murgas se convierten en principales adquirentes de esas tierras. También en los
montes de María, donde había ocurrido lo mismo. Aceleran a fondo sus proyectos
agropecuarios, fortalecidos por decretos que imponen que el veinte por ciento
del combustible usado en el país debe contener biocombustible derivado de la
palma, asegurando así el mercado y el beneficio a los pacíficos y ecologistas
empresarios.
Ahora
que Santos habla de restituir tierras a las víctimas, está claro que los
terceros adquirentes de buena fe que adelantan proyectos agroindustriales no
serán afectados de ningún modo. Todos felices con el negocio redondo. Las FARC,
que combatimos con energía y coraje la avalancha militar y paramilitar, fuimos
elevados a la oprobiosa categoría de terroristas y narcotraficantes, y
transformados en los enemigos número uno del país y del progreso. Satán tenía
su nido en el Caguán.
Recuerdo
ahora a la respetable cacica Consuelo Araujo Noguera, cuya vida se perdió en el
demencial intento militar por rescatarla de manos de un frente de las FARC.
Cuánto se dijo y sentenció contra nosotros. Muchísimo, pero muchísimo más que
lo que se dijo cuando el país se enteró que su hijo Hernandito, gobernador del
Cesar, era un reconocido jefe paramilitar. O cuando se publicó que su hermano, sus
sobrinos y su cuñado estaban metidos hasta el cuello con Jorge 40.
Eran
los tiempos en los que el Presidente Uribe no perdía oportunidad de viajar a
Valledupar. Muy bien asistido por su
director del DAS, horroroso capítulo sobre el que los poderes establecidos
consideran haber conseguido echar tierra suficiente. Se equivocan. Un proceso
de paz con las FARC no puede ser secreto ni a espaldas del país, ha de ser el
escenario en el que el pueblo colombiano pueda volver a denunciar y conseguir
por fin justicia por tanta barbaridad sufrida.
A
cosas así las llaman con desprecio en la gran prensa shows mediáticos,
seguramente con la correspondiente indicación de las alturas. Cada vez que los
de abajo pronunciamos las palabras democracia, justicia o equidad social, se
irritan furibundos los poderosos mercaderes que asimilan el crecimiento de sus
fortunas a la suerte general de los demás nacionales. Si ya todo eso está
logrado, repiten orondos y burlones. Eso, precisamente, es lo que discutimos.
El
enriquecimiento desaforado y salvaje de unos cuantos ha significado el
envilecimiento de las condiciones de vida de la mayoría. Y el aparato estatal
de gobierno, legislación, justicia y fuerza desempeña el exclusivo papel de
aplastar la inconformidad al precio que sea. Por encima de tanta infamia
mediática, ninguna otra causa produce la guerra que se libra en Colombia. Son
esas las realidades que deben abordarse y situarse en vías de solución en una
mesa de diálogos.
Con
esa convicción estamos dispuestos a conversar de paz con el actual gobierno.
Para que no se diga después que las FARC le mentimos al país. No tememos en
absoluto debatir y demostrar que han sido los grandes empresarios del capital y
la tierra quienes han renovado una y
otra vez su carnicera brutalidad, a fin de firmar grandes negocios sobre la
sangre de los desposeídos. Si un
importante sector de inversionistas muestra interés en dar el paso hacia la
paz, lo acompañamos. Eso sí, muy alertas.
El
día de su posesión, Santos farfulló acerca de su intención de diálogo con las
FARC. Unos días después molía a bombas
el campamento del Comandante Jorge Briceño. Durante más de un año abusó con su
ficción de la llave, lo cual no excluyó el ataque mortal al Camarada Alfonso
Cano, el hombre que tomaba más en serio el asunto y movía al resto del
Secretariado a posibilitar contactos. Santos sabía muy bien eso, lo que no le
impidió llorar emocionado. La doble moral siempre ha sido imputada a nosotros.
Por
nuestra parte, sentarse a conversar no apunta a ningún tipo de rendición y
entrega. La reincorporación a la vida civil implica y exige una Colombia
distinta. El gran capital inversionista tendrá que asumir que la realidad
puesta de presente por la crisis, requiere un cambio profundo en su modo de
actuar, una nueva manera de relacionarse con los pueblos. Confiamos en que sea
esa la voluntad oficial. Así, sin duda, podremos entre todos desenterrar la
Paz. Sin más ases bajo la manga, Santos.
Timoleón
Jiménez
Comandante
del Estado Mayor Central de las FARC-EP
Montañas
de Colombia, abril 14 de 2012