Abril 25 de 2012
Por Nelson Lombana Silva .- PaCoCol
(Ibagué, abril 24 de 2012) La expectativa era grande. El gobierno hacia ingentes esfuerzos por minimizar el acontecimiento afirmando lo que siempre ha afirmado, que la movilización estaba infiltrada por la insurgencia de las FARC – EP, mientras los Medios Masivos de Incomunicación en su vergonzoso papel de ignorar, tergiversar y pasar información recortada, a medias se mostraba más a la caza de cualquier desliz que de informar coherentemente. Gustó la respuesta de Piedad Córdoba, sobre el particular, cuando dijo que la Marcha estaba infiltrada por los agentes represivos del Estado de todos los pelambres.
La lluvia glaciar cayó sin piedad. Bogotá, no deja de ser una ciudad lúgubre, triste, donde la gente se desplaza envueltos en sus oscuras gabardinas ensimismados en sí mismos, sin tener conciencia de lo que pasa a su lado. Sonámbulos cada uno viviendo y masticando su propio drama. Parece una ciudad muda. Hermética e impersonal.
Ese mundo lo rompe por sortilegio el rumor de la Marcha Patriótica, sobre todo cuando comienzan a llegar los delegados y las delegadas de las diferentes regiones del país. El colorido irrumpe. La alegría. El abrazo fraterno. La esperanza. El bullicio del costeño, la palabra fácil del antioqueño, la firmeza del santandereano, la timidez del nariñense, la sonrisa franca del tolimense, la alegría del caqueteño, del llanero. Era la patria simplificada y articulada en el centro de convenciones Gonzalo Jiménez de Quesada. De igual manera, cien delegados y delegadas internacionales de las partes más lejanas del planeta. De Australia, Europa, Estados Unidos y América Latina. Todos concurrían al parto de la Marcha Patriótica. Las culturas se dieron cita con amplitud, solidaridad y mutua admiración. ¡Qué espectáculo más hermoso!
La presencia activa y decidida de la juventud. Una juventud politizada, culturizada y consecuente con el momento histórico. La palabra “Compañero y Compañera”, se mantuvo hasta en los más duros debates. ¡Qué ramillete de mujeres y hombres jóvenes que contribuyeron al nacimiento de la Marcha Patriótica, el grito vibrante por la segunda y definitiva independencia! “Aquí está la garantía de que este hermoso proceso trascenderá en el tiempo y en el espacio”, le dije al camarada Edgar Sánchez Cortés.
Nada estaba improvisado. Todo estaba calculado, medido milimétricamente. A pesar de eso demoró la inauguración y el comienzo de las actividades de las comisiones, pero son cosas menores insignificantes para la magnitud del evento, sobre todo el contenido.
La cultura y los rasgos artísticos se tomaron el magno evento social y político de cabo a rabo. Los tambores retumbaron sin parar, la música protesta llenó el escenario que resultó insuficiente para albergar a tanta gente esperanzada, teniendo que habilitar un segundo salón con pantalla gigante y éste también se llenó hasta las banderas, como se suele decir en el léxico taurino. Todo bajo la pertinaz y desafiante lluvia.
La seguridad. Qué orden. Nadie bajó la guardia. Nadie se opuso a ser requisado o requisada. Eso se llama conciencia de clase, madurez política y decisión de contribuir al mejor desarrollo del magno certamen. Qué trabajo desarrollaron los compañeros y compañeras de logística. Vaya la más sincera felicitación. Cada quien cumpliendo con su trabajo dentro de un ambiente de seriedad y de camaradería. Las filas para recibir los alimentos eran ágiles, puntuales y amenas.
Los debates inmensos. Los aportes extraordinarios. Escuchar hablar al delegado de El Salvador, causa ciertamente un impacto emocionante por la profundidad y la fuerza de la verdad y la argumentación. Oír al camarada Carlos A. Lozano Guillén hablando del tema de la paz y la solución política con qué autoridad y con qué sinceridad late en el corazón la esperanza de una segunda oportunidad ahora con el lanzamiento del grito por la segunda y definitiva independencia. Sergio de Zubiría Samper, Jaime Caycedo Turriago, Gloria Inés Ramírez, Piedad Córdoba, los aportes de las regiones más distantes. Qué cátedra universitaria tan profunda, hemos desarrollado en esta oportunidad, durante los días 21, 22 y 23 de abril.
La organización de la Marcha Patriótica. Perfecta. Combativa. Alegre. Esperanzadora. Unida. Inmensa. Más de cien mil colombianos y colombianas de todas las regiones del país gritando, bailando, lanzando consignas antiimperialistas, anticapitalista, antilatifundistas y antimonopolistas. Consignas dedicadas a la vida, a la unidad, a la acción y a la resistencia de masas. Consignas por un gran frente amplio y democrático para la toma no solo del gobierno sino del poder político.
Se recordó la gesta de Bolívar. Se dijo insistentemente que la espada de Bolívar camina por América Latina. Se habló de su espíritu antiimperialista. Un anciano llevaba en su modesta cicla una frase del Libertador y de Martí. Esa que dice más o menos: “Estados Unidos parece predestinado por la divina providencia a plagar los pueblos de miseria en nombre de la libertad”. Un marchante se acercó y nos dijo: Hay que recordar esta otra frase que es de Bolívar: “Maldito el soldado que dispare contra su pueblo”. La compañera de tez morena gritaba: “No queremos seguir pariendo hijos para la guerra, es decir, para la muerte. Queremos parir hijos para la paz, es decir, para la vida”. Una bandera de casi doscientos metros de la Unión Patriótica caminó del parque nacional a la plaza de Bolívar y quienes la portábamos gritábamos: “No queremos venganza, queremos justicia, verdad y reparación”. “Uno, dos y tres, la UP otra vez”.
Bajo el torrencial aguacero estando ya la plaza atiborrada de pueblo, ésta no se dispersó. Los jóvenes bailaban bajo la lluvia por momentos huracanada, otros trepaban para dejar en brazos de Bolívar la bandera de la Juventud Comunista y del M – 19, otros gritaban, mientras en la tribuna principal los Hermanos Escamilla rasgaban la guitarra y sus voces emocionadas con sus mejores páginas musicales.
Fueron momentos estelares que quedarán grabados eternamente en la retina y en la conciencia de los que fuimos partícipes de excepción del nacimiento de la Marcha Patriótica. Esta es una propuesta que huele a campesino, a indígena, a obrero, a ama de casa, a afrodescendientes, a mestizo, mulato, zambo, etc. Huele, en síntesis, a pueblo. Una propuesta de la base para llegar a las alturas, no individualmente sino colectivamente…
Ese mundo lo rompe por sortilegio el rumor de la Marcha Patriótica, sobre todo cuando comienzan a llegar los delegados y las delegadas de las diferentes regiones del país. El colorido irrumpe. La alegría. El abrazo fraterno. La esperanza. El bullicio del costeño, la palabra fácil del antioqueño, la firmeza del santandereano, la timidez del nariñense, la sonrisa franca del tolimense, la alegría del caqueteño, del llanero. Era la patria simplificada y articulada en el centro de convenciones Gonzalo Jiménez de Quesada. De igual manera, cien delegados y delegadas internacionales de las partes más lejanas del planeta. De Australia, Europa, Estados Unidos y América Latina. Todos concurrían al parto de la Marcha Patriótica. Las culturas se dieron cita con amplitud, solidaridad y mutua admiración. ¡Qué espectáculo más hermoso!
La presencia activa y decidida de la juventud. Una juventud politizada, culturizada y consecuente con el momento histórico. La palabra “Compañero y Compañera”, se mantuvo hasta en los más duros debates. ¡Qué ramillete de mujeres y hombres jóvenes que contribuyeron al nacimiento de la Marcha Patriótica, el grito vibrante por la segunda y definitiva independencia! “Aquí está la garantía de que este hermoso proceso trascenderá en el tiempo y en el espacio”, le dije al camarada Edgar Sánchez Cortés.
Nada estaba improvisado. Todo estaba calculado, medido milimétricamente. A pesar de eso demoró la inauguración y el comienzo de las actividades de las comisiones, pero son cosas menores insignificantes para la magnitud del evento, sobre todo el contenido.
La cultura y los rasgos artísticos se tomaron el magno evento social y político de cabo a rabo. Los tambores retumbaron sin parar, la música protesta llenó el escenario que resultó insuficiente para albergar a tanta gente esperanzada, teniendo que habilitar un segundo salón con pantalla gigante y éste también se llenó hasta las banderas, como se suele decir en el léxico taurino. Todo bajo la pertinaz y desafiante lluvia.
La seguridad. Qué orden. Nadie bajó la guardia. Nadie se opuso a ser requisado o requisada. Eso se llama conciencia de clase, madurez política y decisión de contribuir al mejor desarrollo del magno certamen. Qué trabajo desarrollaron los compañeros y compañeras de logística. Vaya la más sincera felicitación. Cada quien cumpliendo con su trabajo dentro de un ambiente de seriedad y de camaradería. Las filas para recibir los alimentos eran ágiles, puntuales y amenas.
Los debates inmensos. Los aportes extraordinarios. Escuchar hablar al delegado de El Salvador, causa ciertamente un impacto emocionante por la profundidad y la fuerza de la verdad y la argumentación. Oír al camarada Carlos A. Lozano Guillén hablando del tema de la paz y la solución política con qué autoridad y con qué sinceridad late en el corazón la esperanza de una segunda oportunidad ahora con el lanzamiento del grito por la segunda y definitiva independencia. Sergio de Zubiría Samper, Jaime Caycedo Turriago, Gloria Inés Ramírez, Piedad Córdoba, los aportes de las regiones más distantes. Qué cátedra universitaria tan profunda, hemos desarrollado en esta oportunidad, durante los días 21, 22 y 23 de abril.
La organización de la Marcha Patriótica. Perfecta. Combativa. Alegre. Esperanzadora. Unida. Inmensa. Más de cien mil colombianos y colombianas de todas las regiones del país gritando, bailando, lanzando consignas antiimperialistas, anticapitalista, antilatifundistas y antimonopolistas. Consignas dedicadas a la vida, a la unidad, a la acción y a la resistencia de masas. Consignas por un gran frente amplio y democrático para la toma no solo del gobierno sino del poder político.
Se recordó la gesta de Bolívar. Se dijo insistentemente que la espada de Bolívar camina por América Latina. Se habló de su espíritu antiimperialista. Un anciano llevaba en su modesta cicla una frase del Libertador y de Martí. Esa que dice más o menos: “Estados Unidos parece predestinado por la divina providencia a plagar los pueblos de miseria en nombre de la libertad”. Un marchante se acercó y nos dijo: Hay que recordar esta otra frase que es de Bolívar: “Maldito el soldado que dispare contra su pueblo”. La compañera de tez morena gritaba: “No queremos seguir pariendo hijos para la guerra, es decir, para la muerte. Queremos parir hijos para la paz, es decir, para la vida”. Una bandera de casi doscientos metros de la Unión Patriótica caminó del parque nacional a la plaza de Bolívar y quienes la portábamos gritábamos: “No queremos venganza, queremos justicia, verdad y reparación”. “Uno, dos y tres, la UP otra vez”.
Bajo el torrencial aguacero estando ya la plaza atiborrada de pueblo, ésta no se dispersó. Los jóvenes bailaban bajo la lluvia por momentos huracanada, otros trepaban para dejar en brazos de Bolívar la bandera de la Juventud Comunista y del M – 19, otros gritaban, mientras en la tribuna principal los Hermanos Escamilla rasgaban la guitarra y sus voces emocionadas con sus mejores páginas musicales.
Fueron momentos estelares que quedarán grabados eternamente en la retina y en la conciencia de los que fuimos partícipes de excepción del nacimiento de la Marcha Patriótica. Esta es una propuesta que huele a campesino, a indígena, a obrero, a ama de casa, a afrodescendientes, a mestizo, mulato, zambo, etc. Huele, en síntesis, a pueblo. Una propuesta de la base para llegar a las alturas, no individualmente sino colectivamente…