onsdag 8 juni 2011

Entre enojos y olvidos: el imperio, llama…

¿Alianza con cual estado, Chavez?




Porque odio la injusticia, alzo mi voz por Julián Conrado

Por Ingrid Storgen
Hace poco más de un mes, a pedido del gobierno colombiano, Venezuela entregó al periodista nacionalizado sueco, Joaquín Pérez Becerra, nacido en Colombia, sobreviviente de la masacre de la Unión Patriótica y esposo de una víctima masacrada por las hordas colombianas en ese país donde se instaló el Terrorismo de Estado, hace varias décadas. Se habló mucho del tema, las expresiones de repudio al hecho fueron sorprendentes. También los enojos de quienes pensaron que se trató de una campaña funcional a la derecha escuálida. Aunque carecieran de elementos para afirmarlo y a nosotros nos sobraran esos elementos para patalear por un compañero revolucionario.
No faltó quien diera a entender que somos soberbios –los solidarios, digo- y hasta que Pérez podría ser un agente pago por esos mismos que lo metieron preso… “Elevadísimo criterio” analítico que marca la génesis real de quienes se atribuyen la “verdad” al más puro estilo secta Pare de Sufrir, o YO SOY el camino.
Pena grande que quienes se mostraron ofendidos (volverán a estarlo cuando lean esta nota) fueron nada más ni nada menos que grandes intelectuales que saben muy bien interpretar las palabras, hacer análisis políticos y desmenuzar párrafos. Intelectuales, que por otra parte, históricamente hicieron de la solidaridad un culto, como corresponde, aunque esta vez se apartaran de ese marco.
Pena más grande que interpretaran que quienes sin tener un perfil elevado y jamás gozáramos de acceso a grandes medios, nos convertimos de la noche a la mañana en los grandes “desestabilizadores” de una política que tanto apoyamos, incluido Pérez como bolivariano, quien habló cuando muchos callaron, sobre temas que, claro, eran fuertes. El horror cuando se lo desnuda, se vuelve peligroso. Hacerlo es ganarte el título de guerrillero.
Pasamos a convertirnos en una especie de demonios, lo que no pudieron decir nunca es que nos pagaron, porque jamás nadie nos dio un peso ni para pagar el servicio de internet para poder contar lo que otros callan y mantener siempre en alto la coherencia y la solidaridad como estandarte irrenunciable. No sabemos, no queremos, no intentamos negociar principios, guste a quien le guste y a quienes no, también.
Como sabemos, el terrorismo genera respuestas, no cualquiera tiene el alma tan fría y el estómago resistente como para quedar de brazos cruzados mientras su pueblo es masacrado. Sabemos que muchos y muchas recuerdan esas palabras magníficas de Bertolt Brecht “ayer fueron por…” y actúan, haciéndolo desde el espacio que sienten, deben ocupar. O el que las circunstancias les exigen. No es lo mismo un análisis desde lejos que desde un escenario tapizado de restos humanos despedazados.
Personalmente sostengo que las armas no resuelven nada, pero ojo, las armas de ningún lado, mucho menos si quien las alza primero es un estado.
Entre quienes optaron por ese camino en un país repleto de fosas comunes en las que se encontraron restos de niños ¿terroristas? civiles, luchadores desarmados, paramilitarismo, motosierras despedazadoras no de árboles, sino de pueblo, carteles de narcotráfico y demás fauna zoológica de espanto, está Julián Conrado, cantautor, revolucionario y paradójicamente, como tal, bolivariano. Julián fue apresado por fuerzas conjuntas colombo-venezolanas. ¡Caramba, cómo cuesta enlazar, guión mediante, esa unidad…! Convengamos que Colombia es un estado terrorista, Venezuela es declarada república bolivariana…
Mucho menores fueron las expresiones de solidaridad con respecto a las que obtuvimos por Pérez Becerra, claro, Julián vivía hace varios años en Venezuela y faltó que Santos, el Mossad y la Cía lo descubrieran.
Da risa pensar que nadie se enojó ni molestó al observar que esa también fue una descalificación hacia la Venezuela chavista, pues se dijo, subliminalmente, que a los “delincuentes” los deben descubrir los pitiyanquis…
O será que en otros momentos, el comandante pedía se reivindiquen como fuerzas beligerantes –echando por tierra la calificación de terrorista- a las organizaciones en lucha armada desde que el plan Lasso (Latin American Security Operations) se descargara sobre Colombia,  en mayo de 1964.
Los tiempos cambian, los hombres y las mujeres, también. Pena que desde la izquierda revolucionaria, los cambios generalmente son para peor. Lo importante, más allá de disculpas o no, de enojos o no, de demonizaciones o beatificaciones,  es que Julián Conrado podría ser extraditado a los EE.UU. Y digo “podría” no como una posibilidad remota, ni delirante, sino con la certeza de que eso es lo que se está tratando detrás de las bambalinas.
¿Qué tal? Casi nada…  Por eso repito, de mantenernos en esta situación de silencio pre establecido, sea para evitar enojos o que nos traten mal, estemos seguros que seremos COMPLICES del viaje forzado del compañero hacia las cárceles donde ya hay prisioneros políticos cuyo delito fue levantar su voz, contra el destino de Nuestra América, hace décadas proyectado y que va logrando por error u omisión, cada vez más aliados.
Estamos a tiempo, por eso hago un llamado a la reflexión al mundo revolucionario, progresista, bolivariano o como queramos llamarlo. Nos ponemos las pilas o el imperio, gracias a errores, giros o lo que fuera, se tragará a otro bolivariano, que pasará a  ocupar uno de los reducidos pero terribles espacios, rodeados de barrotes, donde ni la luz del día penetra. Esta vez puede ser Julián Conrado.
Crezcamos políticamente, urge que comprendamos que no hay mala leche en esta humilde opinión a la que le sobra firmeza, conciencia, coherencia bolivariana. Urge compromiso solidario innegociable, indoblegable, para con un luchador, que a su manera, trató de cambiar los destinos no sólo de su patria ensangrentada, sino hasta el de patrias vecinas, objetivo fijo, blanco móvil,  que caerán bajo las botas de los marines, cuando al imperio le dé la gana.
No nos comamos más a los chicos crudos, bajemos los decibeles en los discursos si es que eso  puede ser táctico-estratégico, ¡pero por favor no renunciemos a los principios de solidaridad internacionalista cuando un luchador está en riesgo nada más ni nada menos, que de terminar sus días en una cárcel del imperio maldito que va dejando víctimas en su camino tratando de detener su derrumbe, logrando cada vez más idiotas útiles funcionales!
Que el enojo sirva, por una vez, para evitar la tragedia anunciada, bah, si es que realmente seguimos siendo lo que decimos ser…