* Por: Kloriamel Yépez Oliveros
Aquellos que ven los toros socialistas desde la talanquera del poder mediático petrolero, asumen que la lucha de clases es el odio violento de los pobres contra los ricos, en consecuencia, avalan la guerra mortal de los ricos contra los pobres como legítima defensa propia del Estado burgués. Armados de violencia estatal hasta sus tuétanos liberales o conservadores, los socialistas de retórica y facsímiles son capitalistas de hecho y de derecho. Apenas reconocen del socialismo su propuesta estética, su romance literario, plástico, cinematográfico, épico; propagan que el socialismo alcanza cénit cuando se le ofrece a un mendigo un refresco y un sánduiche de mortadela; esos, no son imprescindibles para la Historia. Tampoco son imprescindibles aquellos socialistas de variadas, fragmentarias e inconexas lecturas, ideólogos tuttifruti al servicio de Cristo en la mañana, intérpretes del Ché al mediodía, discípulos de Mariátegui al atardecer, exégetas de Nietzsche en los postres, lectores de Marx, nunca; encaprichados en hacer del socialismo su fin que justifica cualquier medio para transmutarnos a todos en neoclasemedia bon vivant electrodomesticada, y erradicar ¡por fin!, esa incómoda lucha de clases insuflada por el marxismo de ultraizquierda en el imaginario colectivo.
Lo que ignoran, u omiten, los socialistas petrodolareros, es que la dinámica milenaria de la lucha de clases, obedece a la imperante voluntad de la minoría explotadora de someter a la mayoría explotada bajo las instituciones que para ese propósito crea, mantiene y defiende como clase dominante; tal dinámica genera por obligación de sobrevivencia, la resistencia activa -consciente o no, voluntaria o no-, de los explotados, contra tal sujeción política, económica, y por ende cultural, porque la cultura es la respuesta intuitiva a las presiones político-económicas ejercidas sobre los pueblos bajo determinados modelos sociales, y las artes son la expresión sublimada e individual, de tales presiones.
El arte colectivo aparece cuando un grupo numeroso de individuos, deja de enaltecer tales presiones y procede a objetivar los conflictos sociales que les agreden directamente -guerras, hambrunas, delincuencia, anomia, dictaduras, drogas-, como conflictos policlasistas. Independientemente de la arista política que prefiera cada individuo por separado, el colectivo artístico se funda en circunstancias que sensibilizan a casi todos, por ejemplo la Segunda Guerra Mundial -aunque la guerra mundial no es una sucesión numérica sino un continuo que en algún momento alcanza cúspides-, gestó en la decadente y derrotada Europa, una propuesta estética que desplazó al teologismo, al positivismo, al costumbrismo, al romanticismo, y le sumó a las tres dimensiones humanas, las dimensiones sicoanalíticas y las de la relatividad. Por eso Stalin no pudo impedir el rechazo de su voluntarismo maniqueo, no pudo imponer su pacato realismo social, propagar moralinas caudillistas no es arte, arrogarse una dictadura en nombre del proletariado es contrarrevolución. Por eso Rusia nunca culminó su etapa transicional a ningún lado y demostró que anexionismo e imperialismo son el mismo musiú son el mismo cachimbo. Por eso los oportunistas le ponen apellidos al Socialismo y lo disocian del Comunismo; porque es mucho más fácil que intentar disipar los temores que la mayoría tiene.
EUA, durante la Segunda Guerra hizo su debut imperial, reacomodó a su antojo la geografía capitalista y se adjudicó el Primer Mundo, amontonó en el Tercero a África, Asia y América del Sur, y al resto lo hospedó en el Segundo, siguiendo un orden de menor a mayor empobrecimiento, a partir de tal hito todo cuanto no defienda ese orden imperial burgués, es comunismo, porque el comunismo es el único Movimiento -con o sin Partido-, que identifica a la burguesía como clase enemiga del proletariado, y al proletariado como la clase productora de la riqueza que la burguesía usurpa: el neoliberalismo lleva bastante más de medio siglo confirmando que la pobreza por trabajo propio es proporcionalmente inversa a la riqueza por trabajo ajeno, y aquí se asoma Julián con su canta y su guitarra.
La canta guerrillera de Víctor Jara, Alí, Silvio, Julián, es al Tercer Mundo lo que el cubismo, el surrealismo, el rock, el cinetismo, etcétera, es al Primero y al Segundo: arte colectivo, arte en revolución, arte vivo, arte multidimensional, arte en proceso, arte comprometido en carne, sangre y huesos, arte sin ministerios, ministros ni burocracias, arte de ciudad latiendo en las montañas nuestroamericanas habitadas por millones de Ché. La canta guerrillera de Marulanda, Raúl Reyes y Julián, es porque todo el napalm no pudo con las pobladas selvas de Vietnam, porque USA está demasiado cerca y Dios demasiado lejos, y porque no les dá la gana de ser una colonia norteamericana aunque a Santos se le vayan en oponerse a ello, los dólares de la recompensa gringa por la captura mercenaria de Guillermo Enrique Torres Cueter.
Esas son las razones de Estado que debería esgrimir el Ministro de Cultura para considerar a Julián Conrado invitado especial de la Revolución Bolivariana, embajador cultural del movimiento de liberación colombiana -liberal es opuesto a libertario-, a esa guitarra enguerrillada debería saludar Izarra mediante el Twitter que tanto placer le brinda, pero él prefiere la guitarra paraca y el ombligo empolvado de Shakira. A Julián Conrado, Santos le imputa el delito de protagonizar las conversaciones del Cagúan y gestionar la paz, por eso lo requiere la DEA mediante circular roja de la honorabilísima Interpol. Gracias al tratado de extradición que existe entre Colombia y Estados Unidos, cuando Chávez le entregue el cantor a la gata maula Hillary ¿quién será el mísero ratón? Entregar a Julián Conrado a la burguesía santanderiana obliga a evocar la sentencia de muerte a los golpistas que dictó David Morales Bello el 4 de febrero de 1992.
A través de Aporrea, nos han advertido críticamente y con razón, a quienes rechazamos la traicionera entrega de Pérez Becerra al terrorismo de Estado colombiano, sobre el silencio mantenido ante los ocho guerrilleros previamente deportados, los campesinos asesinados por los paracos, la prisión sin procedimiento legal de nuestros indígenas, y otros casos más con el mismo estilo sospechoso de lesa revolución, y aunque a veces el tono de la advertencia lindaba con la descalificación y la afrenta, sirvió para la reflexión: nos dejamos desmovilizar después del 13 de abril, la cúpula del PSUV ha sido la madre castradora, desmovilizadora. El billete contante y sonante, inflacionario, reemplazó la desenvoltura incondicional; la logística frenó las ganas de ir a cualquier parte convocados por el optimismo; la vestimenta roja se uniformó aunque los PDVSA lucen chemises de marca con su logotipo y viajan en superbuses refrigerados, y los demás usamos franelas genéricas de cualquier talla y viajamos en catamaranes destartalados.
El PSUV nos convirtió en ejército improvisado con mandos improvisados, en fin, nos volvimos caricatura de nosotros mismos repitiendo hasta el hartazgo dos o tres consignas flojas; los mismos grupos y sus mismas canciones para toda ocasión, alienan; esperar durante horas al Comandantepresidente se volvió aburrido; calarse las arengas gritonas de los tarimeros clones de Darío Vivas, provoca náuseas ideológicas; impacienta recibir por mampuesto los regaños y reclamos de ministros, viceministros, directores, funcionarios, casa militar y cualquier otro bicho de uñas cada vez que se dirigen al auditorio que ya no es auditorio sino resignación de empleado público clamando con sonoros bostezos por el refrigerio y la hidratación. Nos desmovilizó la rutina burocrática, haber ido una vez a cualquier actividad del Partido Único es haber ido a todas las pretéritas y las por venir. Comenzamos a justificar insensateces como amnistiar a golpistas y paracos magnicidas, el perdón de Arias Cárdenas, la expulsión de Tascón, las prisiones de Lina Ron, el gasto billonario en obras que no existen, el enroque de incapaces en cargos de alto gobierno, el “alto gobierno”, la inercia legislativa de la Asamblea Nacional, el nepotismo a todos los niveles del alto y bajo gobierno, la Ley de Educación Universitaria aprobada con bombos y platillos y vetada sin pena ni gloria, los ministros fracasados nombrados embajadores, anunciar aumento del IVA hoy, y no aumentarlo mañana para que los malditos usureros dejaran los precios aumentados al instante de la amenaza, y pare de contar que no de sufrir. Así, poquito a poco nos desmovilizaron, y la desmovilización aísla y el aislamiento cuando no frustra, insensibiliza. Pérez Becerra ha sido como la gota que derramó el océano, Julián Conrado es el subsiguiente eslabón de no sabemos cuántos más. Por ahora, Piedad Córdoba, ten cuidado adónde te vas a proteger del fascismo; de pana, no te recomiendo Venezuela.
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La guitarra del joven soldado
es pecosa y discreta.
Es tan tímida que sólo canta
pasadas las diez.
Cuando tocan silencio ella espera una hora
y se escurre de puntas, los pies,
y en el monte, debajo de un árbol,
suelta al viento su amor y su fe.
Es recluta tambien
La guitarra del joven soldado
revela secretos,
se desata por una mirada
en arpegios de amor.
Cada instante le pide tonadas y sones,
canciones que nunca escuchó,
y buscándolas siempre amanece
procurando un acorde mejor.
La guitarra del joven soldado
hoy tampoco durmió.
La guitarra del joven soldado
es la celosa amante que lo ha de seguir
en la dicha y también en el llanto,
pero siempre ayudando a vivir.
La guitarra del joven soldado
Es su mejor fusil;
Es su mejor fusil,
Es su mejor fusil...