fredag 6 maj 2011

Caso Becerra: Traición en revolución


Por Fredy Muñoz Altamiranda

Movimientos sociales y políticos del mundo han interpretado como una traición la entrega del director de ANNCOL a Colombia, por parte del gobierno venezolano.

No es para menos. Las explicaciones tardías que han dado por semejante contradicción, han resultado peores que la entrega misma.

El presidente Chávez pidió a los manifestantes que quemaron muñecos del canciller y del ministro de comunicación, que lo quemaran a él y no a sus funcionarios. Entendió mal el mensaje, nadie quiere quemarlo, todos queremos una explicación.

Porque para eso nos hemos hecho revolucionarios, para “desfacer entuertos”, como diría El Quijote. Y Porque en eso ha insistido el presidente Chávez en su largo discurso de once años: interpelar, indagar, preguntar,  criticar, denunciar, reclamar, y todos esos verbos que aturden a burócratas y oportunistas.

Pero cuando lo hacemos, sus ministros corren a censurarnos, los funcionarios aguas abajo se pierden en contradicciones, y para ponerle una guinda a ese pastel, el propio presidente pide que lo quemen a él.

A estas alturas el hecho ya no necesita ser explicado: es una traición. Así lo entendemos quienes nos involucramos hasta la sangre con este proceso, porque lo creemos vital para los pueblos americanos, y lo necesitamos cierto, fortalecido; no torpe y confundido como luce.

Colombia en cabeza de la UNASUR, Porfirio Lobo tratado como un verdadero jefe de estado, y no como el usurpador que es, Venezuela alineada a la “guerra contra el terrorismo”, un espadachín del proceso bolivariano como Joaquín Pérez Becerra entregado a sus verdugos…

¡Cuántas contradicciones en tan poco tiempo! No nos hablen de “razones de estado”. Llevamos décadas escuchando lo mismo de uno y otro estado burgués, represor, genocida. Las “razones de estado” ofenden a la inteligencia, sublevan a los pueblos conscientes, y no hay promesa de vivienda, electrodoméstico barato, o aumento de sueldo que los calmen, hasta que se haya dado, precisamente una explicación diáfana, autocrítica y sustanciada frente a los errores.

Joaquín Pérez Becerra comenzó su vida revolucionaria muy temprano, fue defensor de los derechos de los indígenas del Cauca en Colombia, y ellos lo eligieron, en elecciones históricas, su representante.

Integró la plataforma democrática de la Unión Patriótica, una verdadera primavera política en los años ochenta, que surgió de la presión beligerante de las FARC a los gobiernos de derecha, y que permitió que se reformara una constitución anclada en un siglo de injusticias, para que los colombianos eligiéramos a nuestros alcaldes y gobernadores, antes seleccionados a dedo por el ejecutivo.

En sólo un par de años la unión Patriótica se hizo con el treinta por ciento de los cargos elegibles en el país, y aquella explosión de conciencia comenzó a ser acallada a tiros. Joaquín vio morir a su esposa de entonces, sobrevivió a varios atentados contra su vida, hasta que alguien lo convenció de irse a Europa.

En el exilio hubiera podido optar por una vida tranquila, porque las migajas de la mesa del capitalismo en el primer mundo son generosas, y alcanzan hasta para subsidiar en parte la vida de los perseguidos por ese mismo sistema.

Pero Joaquín siguió la lucha, y desde Suecia denunciaba a diario en ANNCOL, un portal con más de 800 mil visitas diarias, toda la inmundicia del narco-capitalismo colombiano, de su clase política dedicada a entregar las riquezas nacionales, de sus paramilitares, testaferros armados de los terratenientes y las multinacionales.

ANNCOL es el muro de la Colombia nueva, la voz sin miedo de los que luchan de verdad, es el vivo temor de los opresores y de los asesinos de los pueblos, que se ven descubiertos, denunciados. Una página que ha soportado todos los embates y persecuciones de los organismos de inteligencia del mundo en su empeño por acallarla.

Ese era el trabajo de Joaquín en Suecia, mantener arriba ese estandarte donde el proceso bolivariano y sus pueblos son protagonistas diarios, todos los que lo conocíamos sabíamos eso, venezolanos, argentinos, colombianos, ecuatorianos, chilenos, panameños, hondureños, mexicanos, españoles, franceses, gringos conscientes, todos lo sabíamos.

Por eso el artículo que colgó la mala inteligencia cubana que nos asiste, a nombre de un tal Maiza, preguntándose qué carajos venía a hacer Joaquín acá, nos parece menos que una ofensa, un mal chiste. ¡Pues Joaquín venía a seguir peleando! ¿Qué más iba a hacer un revolucionario?

¿Quién le dijo que viniera? Pues usted mismo presidente Chávez, cuando parafraseó alguna vez aquel grito heroico de que “¡Los que quieran patria, vengan conmigo!”. Y Joaquín vino, por eso es  una traición que lo haya entregado.